San Gabriel de la Dolorosa y el mundo actual
Vivimos en una época en la que la juventud parece estar cada vez más alejada de Dios. Los jóvenes de hoy buscan la felicidad en placeres efímeros, atrapados en un mundo de distracciones sin fin: las redes sociales, el entretenimiento vacío, la superficialidad de las modas pasajeras. En esta vorágine de ruido y confusión, el ideal de una vida dedicada a la virtud parece cada vez más lejano. Pero hubo un joven que, en su corta vida, nos dejó un testimonio luminoso: San Gabriel de la Dolorosa.
San Gabriel y el llamado que cambió su vida
Francisco Possenti, nacido en 1838 en el seno de una familia acomodada, tenía ante sí un futuro lleno de promesas mundanas. Era un joven inteligente, de buen porte, con una gran vida social. Como muchos jóvenes de hoy, disfrutaba de los placeres que el mundo le ofrecía. Pero en su interior sentía un vacío, una inquietud que lo llevaba a buscar algo más. En una procesión en honor a la Virgen María, recibió una gracia especial: entendió que debía dejar todo atrás y entregarse completamente a Dios.
Hoy en día, muchos padres ven con angustia cómo sus hijos se sumergen en un océano de relativismo, perdiendo la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. Se invierte en su educación, en su bienestar material, pero muchas veces se deja de lado lo esencial: la formación del alma. Se les da todo, menos el amor a Dios. San Gabriel fue bendecido con una familia que le permitió escuchar el llamado divino, pero ¿cuántos jóvenes de hoy tienen esa oportunidad?
La lucha contra los falsos ídolos
La juventud moderna ha cambiado los ideales de sacrificio y entrega por la búsqueda constante de placer y comodidad. En el siglo XIX, Francisco Possenti también enfrentó la tentación del mundo. Sin embargo, cuando entendió que Dios lo llamaba, no dudó en dejar atrás su vida acomodada e ingresar a la Congregación de la Pasión de Jesucristo, tomando el nombre de Gabriel de la Dolorosa.
Su camino no fue fácil. La enfermedad pronto tocó su vida. Mientras otros jóvenes de su edad soñaban con conquistas mundanas, él se preparaba para el encuentro con Dios. A pesar del dolor de la tuberculosis, nunca se quejó ni buscó alivio. Ofreció cada sufrimiento por la conversión de los pecadores, viviendo una vida de penitencia y amor a la Virgen.
Piense en la crisis de la familia moderna.
¿Cuántos padres permiten que sus hijos crezcan sin una referencia clara de lo que es el bien y el mal?
¿Cuántos jóvenes son arrastrados por la corriente del mundo sin nadie que les muestre el camino hacia lo eterno?
La muerte temprana, la vida eterna
San Gabriel falleció el 27 de febrero de 1862, a los 24 años. Su vida terrenal fue breve, pero su testimonio fue eterno. Mientras muchos jóvenes de su edad buscaban el éxito y la fama, él encontró la verdadera grandeza en la humildad, en la entrega y en la devoción a la Virgen.
Después de su muerte, numerosos milagros comenzaron a atribuirse a su intercesión, y su fama de santidad creció rápidamente. En 1920, fue canonizado por el Papa Benedicto XV y declarado patrono de la juventud católica italiana.
Un llamado a la juventud de hoy
¿Qué diría San Gabriel de la Dolorosa si viera a la juventud de hoy? Seguramente, con la misma compasión con la que ofreció sus sufrimientos por los pecadores, llamaría a cada joven a abandonar la mediocridad del mundo y a buscar la verdadera felicidad en Dios.
Si usted es padre, pregúntese: ¿qué legado espiritual está dejando a sus hijos? Si es joven, reflexione: ¿está invirtiendo su vida en lo eterno o en lo pasajero?
San Gabriel de la Dolorosa nos recuerda que la felicidad no se encuentra en el ruido del mundo, sino en la paz que solo Dios puede dar. Que su testimonio nos inspire a regresar a lo esencial: la fe, la virtud y el amor a la Virgen María.