¿Alguna vez se ha preguntado por qué, en el corazón del año, la Iglesia dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús? ¿De dónde viene esta devoción tan particular, tan intensa… y tan viva hasta hoy?
Detenerse a contemplar esto no es mirar al pasado como a una vieja tradición olvidada. Es descubrir una historia que sigue latiendo, que interpela a cada persona, y que —si usted se lo permite— puede renovar su vida por completo.
El origen de una devoción que cambió la historia
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no surgió de una moda pasajera ni de una invención humana. Aunque sus raíces se pueden rastrear en la espiritualidad de los primeros siglos del cristianismo, fue en el siglo XVII cuando tomó fuerza con una claridad impactante.
En 1673, en un pequeño convento en Paray-le-Monial, Francia, una religiosa llamada Margarita María de Alacoque comenzó a tener visiones de Jesucristo. En esas revelaciones, Jesús le mostró su Corazón: un corazón vivo, traspasado, rodeado de espinas y ardiendo en amor por los hombres. Le expresó su dolor por la indiferencia, la ingratitud y la frialdad con que tantos le pagaban ese amor.
Jesús pidió que se instituyera una fiesta en honor a su Sagrado Corazón, y prometió bendiciones abundantes a quienes difundieran y abrazaran esta devoción. Las palabras de Cristo no fueron ignoradas: en 1765, el Papa Clemente XIII aprobó oficialmente la celebración de esta solemnidad en algunas regiones. Casi un siglo después, en 1856, el Papa Pío IX extendió la festividad a toda la Iglesia universal.
Desde entonces, la fiesta del Sagrado Corazón se celebra el viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés, lo que casi siempre la sitúa en el mes de junio. Fue esta proximidad la que llevó a consagrar todo el mes como una oportunidad especial para meditar en el amor redentor de Cristo.
Junio: más que un mes, una señal
Durante siglos, junio fue considerado un tiempo de recogimiento, reparación y contemplación del Corazón de Jesús. No se trata simplemente de una costumbre piadosa. Es una elección consciente de la Iglesia de dedicar un mes entero a lo más profundo del misterio cristiano: el amor divino hecho carne, hecho Corazón.
Pero hoy, esa intención se enfrenta a una tensión cada vez más evidente.
En muchas partes del mundo, junio ha sido ocupado por celebraciones públicas que promueven valores radicalmente distintos a los que representa el Sagrado Corazón: orgullo personal, rechazo de la moral cristiana, exaltación del yo. Mientras se hacen desfiles y festivales en nombre de una libertad sin Dios, la Iglesia continúa, año tras año, recordando con firmeza: junio le pertenece a Cristo.
Una devoción que sigue latiendo
Podría parecer que esta devoción pertenece al pasado. Y sin embargo, en este siglo XXI marcado por la ansiedad, el aislamiento y la pérdida de sentido, el Corazón de Jesús se muestra más actual que nunca.
No es un símbolo estático ni decorativo. Es una verdad viva: Cristo nos ama con un corazón humano y divino, herido pero generoso, paciente y fiel. Y ese Corazón sigue esperando que usted —sí, usted— vuelva a Él.
¿Acaso no es eso lo que más necesita el mundo hoy? ¿Un amor auténtico, que no decepciona ni exige máscaras?
Una historia que puede ser suya
La historia de junio como mes del Sagrado Corazón no es un capítulo cerrado de la cristiandad. Es una página abierta que usted puede escribir con su propia vida. Tal vez lo que ha leído hasta ahora no le era familiar. Tal vez conocía algo, pero nunca se detuvo a pensarlo. Pues bien: este mes puede ser diferente.
Usted no está leyendo esto por casualidad.
Este puede ser el momento en el que, en medio del ruido del mundo, algo en su interior despierte. El Sagrado Corazón de Jesús no es un ideal lejano. Es una presencia viva. Es una historia milenaria que puede hacerse presente en su historia, aquí y ahora.
¿Está dispuesto a descubrirla?