Cada 28 de agosto la Iglesia celebra a San Agustín de Hipona, uno de los grandes Padres y Doctores de la Iglesia. Su vida es una prueba viva de que la oración perseverante de los padres por sus hijos nunca es en vano.
San Agustín no nació santo. Su juventud estuvo marcada por búsquedas filosóficas, deseos de placer y caminos lejos de Dios. Para muchos habría sido un caso perdido. Pero no para su madre, Santa Mónica, que con lágrimas y oraciones se mantuvo firme, convencida de que Dios escucharía sus súplicas.
Un hijo que parecía perdido
Agustín probó todo lo que el mundo podía ofrecerle: éxito académico, pasiones desordenadas, amistades superficiales. Pero cuanto más se alejaba de Dios, más fuerte se hacía la oración de su madre. Mónica no se desanimó: rezó durante años, siguió a su hijo de ciudad en ciudad y ofreció a Dios su sufrimiento con paciencia.
El triunfo de la gracia
En el tiempo de Dios, esa oración constante dio fruto. Agustín se encontró con Cristo, se bautizó de manos de San Ambrosio y se transformó en el gran pastor y maestro que aún hoy ilumina a la Iglesia. La historia de este santo nos recuerda que una sola madre que ora puede cambiar el destino de un hijo y de toda la Iglesia.
Para las familias de hoy
En medio de la crisis que golpea a tantas familias, muchos padres ven a sus hijos perder la fe, atrapados en un mundo que promete felicidad pero deja vacío. Es fácil rendirse o pensar que ya no hay esperanza.
Pero San Agustín y Santa Mónica nos enseñan lo contrario: Dios escucha la oración de los padres, incluso en los peores momentos. Aunque los hijos se alejen, aunque parezca que la fe ya no tiene lugar en sus vidas, el Señor actúa en silencio, esperando la hora de la conversión.
No dejar de rezar
En este día de San Agustín, recordemos que ninguna súplica hecha con amor se pierde. Tal vez usted también llora por un hijo que vive lejos de Dios. No deje de rezar. Ponga su dolor en manos de Cristo y confíe en que la gracia sabrá abrir caminos donde hoy solo parece haber oscuridad.
Así como Santa Mónica vio en vida el regreso de Agustín a la fe, también usted puede esperar en la misericordia de Dios. Y aun si no lo alcanza a ver, cada oración es semilla de eternidad en el corazón de sus hijos.
En la fiesta de San Agustín, pidamos al Señor la gracia de no perder nunca la esperanza en la conversión y de perseverar en la oración confiada por los hijos y por nuestras familias.
